Entrevista a Marianne Brull, de Ruedo ibérico
“Hay que tener claro qué es lo que te importa, porque ir contracorriente cuesta”
Por Mireia Vehí i Marc Serra
Vecina del barrio, editora de profesión y siempre a contracorriente, Marianne fue compañera de José Martínez, fundador y director de Ruedo ibérico, editorial fundada en París en 1961 y dedicada a publicar libros para luchar contra el Franquismo. Suiza de nacimiento, vivió la historia del exilio, del retorno y del desencanto por la Transición. A sus 78 años, transmite entusiasmo pegadizo y una lucidez propia de aquellas personas que han vivido la vida muy intensamente.
¿Qué fue Ediciones Ruedo ibérico?
Ruedo ibérico era un arma contra el Franquismo. Una editorial pequeña fundada por cinco españoles exiliados en París para publicar libros que estaban prohibidos por la censura de Franco. Publicamos, entre otros, el primer libro sobre la Guerra Civil que no era propaganda franquista, escrita por un inglés -Hugh Thomas-, y El laberinto español, también de un inglés, que era la historia de los antecedentes de la Guerra Civil. Luego estaba la revista Cuadernos de Ruedo ibérico, que se distinguía de los periódicos del exilio porque fue concebida y escrita desde el interior para el interior.
Uno de los rasgos más característicos de Ruedo ibérico es que nunca se encasilló dentro de una ideología concreta ni se dejó copar por ningún partido político. ¿Podrías explicarnos qué hicisteis para conservar esa autonomía?
Fue muy difícil. Si tienes un partido detrás, al menos te financia en parte, pero esto te quita autonomía. Nosotros publicamos libros anarquistas, comunistas, socialistas, y hasta uno cercano al falangismo, porque los considerábamos información que era importante que circulara. Esto con un partido detrás -el que sea- es imposible. Además, para nosotros aún era más difícil financiarnos porque nuestro mercado natural, que era España, nos estaba cerrado.
¿Y cómo conseguíais entrar los libros en España?
Muchos se vendían a turistas españoles que iban a comprarlos a París, Biarritz o Perpinyà, en cuanto se pasaba la frontera ya se podían comprar. Luego se intentaba pasarlos como fuera y, durante muchos años, tuvimos el contacto de un antiguo “gris” que se dedicaba a entrar libros clandestinos.
¿Un policía?
Sí, un ex-policía contrabandista de libros tropezó con nosotros y vio que esto era un negocio. De todas formas, lo que entraba eran pequeñas cantidades. Eso sí, los libros circulaban mucho, un libro que se compraba lo podían leer de 8 a 10 personas.
¿Cuáles eran tus tareas en Ruedo ibérico?
Yo me metí de pleno bastante tarde. Ruedo empezó a funcionar en 1961 pero yo no entré hasta 1970. Mis tareas eran las de, como decía un amigo, “templa-gaitas y limpia-mierda”, hacía de todo, desde paquetes que llevaba a correos, hasta contratos con autores y la contabilidad. Además, ¡tenía un albergue en casa! pues venía toda la “progresía” exiliada, porque claro, para hablar se estaba mucho más seguro que en un bar, donde rondaba la policía española.
¿Nos podrías decir algunos de los nombres de los que asistían a las tertulias de tu casa?
Pues desde Juan García Oliver, hasta un jovencísimo Pascual Maragall, pasando por Joaquín Leguina, Manuel Castells, Fernando Claudín… La mayoría eran muy jóvenes, aún eran estudiantes o doctorandos.
Cuando Franco murió, ¿qué esperabais que pasara cuando volvierais?
Nosotros esperábamos que nos recibieran con los brazos abiertos, pero fue un verdadero desastre, y no sólo para Ruedo. Las revistas y editoriales que había entonces -Triunfo, el Viejo Topo, Ajo Blanco- cerraron todas. La gente ya no leía, sólo quería estar en “La Movida”. Además, Planeta y otras editoriales grandes empezaron a publicar Lenin y Marx y creo que esto generó gran confusión en muchos lectores. Había una sensación general de que las pequeñas editoriales antifranquistas ya habían cumplido, que “ya no tocaba” y había que salir adelante con nuevas cosas. En aquel momento fue cuando Ruedo se decantó hacia el anarquismo, lo libertario y temas como la ecología y el feminismo, pero la cosa no salió bien.
Cuando conté a mis amigos que me iba a instalar en este barrio me dijeron: “¡Pero tú estás loca! ¡Allí cuelgan la ropa en la calle!” Les contesté “eso es lo que quiero yo”.
¿Cómo fue el final de Ruedo ibérico?
Triste y traumático. Lo liquidé entre 1981/1982 y tiré treinta toneladas de libros al papel viejo. No había ni con qué pagar el alquiler del almacén. Esos libros hoy la gente los busca, y se venderían muy bien, pero entonces no había ni con qué comer.
Después de liquidar Ruedo, te trasladaste a vivir a Barcelona…
¡Sí! Con la muerte de Franco, mi mundo en París se vino a España y decidí venir a vivir a Barcelona. Cuando llegué al Poble sec, era un barrio un poco triste y abandonado, con muchas personas mayores y pocos niños. Cuando conté a mis amigos que me iba a instalar en este barrio me dijeron: “¡Pero tú estás loca! ¡Allí cuelgan la ropa en la calle!” Les contesté “eso es lo que quiero yo”.
En los últimos años el barrio ha cambiado mucho…
El barrio empezó a cambiar, en realidad, con la burbuja inmobiliaria. Los mayores se daban cuenta que su piso valía una millonada, entonces vendían y así empezó a reemplazarse la población. También con la Ciudad del Teatro y, sobre todo, con la peatonalización de Blai. Desde entonces algunas calles han cambiado mucho, pero lo que salva el barrio del “yuppismo” es que hay muchos migrantes y esto equilibra la población.
En el barrio, siempre te has mostrado muy cercana a los movimientos sociales.
Sí, aunque quizás siempre un poco desde la sombra. Últimamente tropecé con unos jóvenes que son muy activos y les tuve mucha curiosidad e interés. Pero yo no soy militante. La política como militancia no es lo mío.
¿Y qué es para ti la política?
Mira, un día me preguntó una amiga, ¿qué es para ti el anarquismo? Difícil de contestar. Le dije: “Para mí es una actitud en la vida, una manera de ser, una ética de coherencia contigo misma y con tus propias ideas”.
Y ya para acabar, media vida dedicada a la edición y la comunicación, más de 150 libros publicados y 66 números de la revista, con toda esta experiencia, ¿qué consejos te gustaría transmitir a proyectos de comunicación popular como el Altaveu?
Mantener una línea coherente y autónoma. Y, si me permitís, pensar en una revista que se lea, no sólo que se ojee. Para transmitir algo, los artículos tienen que tener profundidad y obligar a pensar. Y luego, para la continuidad de los proyectos, mucho voluntariado. Yo en Ruedo ibérico ganaba 3000, pero cuando tuve que dejar Ruedo y entrar en el mercado laboral ganaba el triple. Hay que tener claro qué es lo que más te importa y saber que ir a contracorriente ¡cuesta! Pero también tiene sus compensaciones, por lo menos te puedes mirar en el espejo cada mañana sin escupirte.
Audio de la entrevista:
Más información:
www.ruedoiberico.org