“Puede ser muy perturbador que alguien critique tu ‘activismo revolucionario’ ”

Florencia Brizuela González, una de las autoras del libro Descentrar la mirada para ampliar la visión (Premio Descontrol, 2017), nos explica cómo adquirió una perspectiva antirracista y feminista durante su proceso migratorio. Forma parte de La Adhesiva, espacio de encuentro y acción de diversos colectivos en solidaridad con México, y de La Casa, colectivo feminista antirracista donde trabajan las distintas formas de violencias que enfrentan las mujeres en procesos migratorios.

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Cuando llegas a Barcelona, ¿cómo es tu primer contacto con el feminismo?

Cuando llegué a Europa tenía una mirada muy colonizada de lo que pasa aquí. Al principio viví un proceso de asombro, todo me parecía impresionante: el movimiento feminista, los movimientos sociales, las fiestas, etc. Una de las experiencias que más me marcaron políticamente fue la manifestación nocturna del 7 de marzo. Me pareció muy potente que mujeres, bolleras y trans tomaran la calle por la noche y que se reivindicara como un espacio no mixto.

 Con el tiempo empecé a entender ciertas lógicas y ahora critico algunos aspectos de propuestas que en su día me encantaban. Había una parte de admiración pero otra de incomodidad porque no terminaba de encajar. Entendí que la incomodidad venía de darme cuenta que hay unas formas de hacer muy blancas que invisibilizan o subestiman las experiencias o problemas de otras mujeres. En este proceso, me ayudó bastante conocer a compas que venían diciendo lo mismo desde hace tiempo: este es un feminismo que reivindica unas maneras de hacer bastante blancas.

En Poble Sec tenemos un protocolo contra las agresiones para las fiestas y a la vez sufrimos un proceso de gentrificación y turistificación muy fuerte. ¿Cómo podemos abordar esta complejidad en un barrio como el nuestro?

Un punto importante es ampliar la mirada, en el sentido de que el movimiento feminista en Barcelona tiene una idea de mujer y de violencia muy específica. Los protocolos en un momento dieron la posibilidad de cuestionar cosas que estaban legitimadas, pero se quedan cortos porque esa mirada no responde a la diversidad de mujeres y a los tipos de violencia a los que estamos expuestas.

Creo que hay dos temas: uno relacionado con qué consideramos violencia y otro sobre cómo se aplican los protocolos. ¿Qué situaciones son consideradas violentas por mujeres, bolleras y trans racializadas? Y si pensamos en la persona agresora ¿qué actitud se adopta en función de si es más próxima o más lejana? El día de la fiesta del Poble Sec, que describimos en el libro, se vio cómo es más fácil criminalizar a alguien que no está en nuestro entorno, sobre todo si es un hombre racializado que está trabajando en la venta ambulante, en este caso la venta de cervezas. Así se continúa con la lógica estatal de criminalizar a determinado sector de la población.

En relación a la gentrificación y turistificación, deberíamos pensar estrategias que ataquen a los verdaderos beneficiados de tales procesos, que evidentemente no son ni los vendedores ambulantes ni el turista de a pie.

 El feminismo en Barcelona tiene una idea de mujer y de violencia muy específica

¿Qué defectos y virtudes ves en los protocolos?

Son positivos porque nos hacen pensar de manera colectiva cómo actuar ante situaciones de violencia. Comportamientos que estaban normalizados en los espacios de fiesta ahora son cuestionados y dejan de ser un problema individual. Sin embargo, entendemos distintas cosas por agresión o acoso. Faltan espacios donde debatir en profundidad sobre estos temas, para poder poner en el centro las distintas necesidades que tenemos las mujeres, lesbianas y trans a quienes los protocolos buscan proteger.

A menudo hablamos de dos tipos de feminismos, el autónomo y el institucional, pero la distinción entre uno y otro no siempre es clara. ¿Cómo definirías esta diferencia?

El feminismo institucional es aquel que cree que a través de políticas públicas se puede mejorar la situación de las mujeres y pone sus esfuerzos en ello. El autónomo reivindica la autogestión, la autonomía respecto a las instituciones estatales y es más crítico con el sistema en general. En el fondo, responden a posiciones políticas diferentes aunque no siempre son contradictorias. Creo que tienen horizontes distintos.

Cuando trabajamos con el Ayuntamiento mi sensación fue bastante desesperanzadora. Parecía que no pudiéramos hacer nada, que todo era imposible, demasiado radical… ¡esto en un gobierno de izquierda! El problema es que entras a negociar en los términos propios del estado, lo que puede vaciar de contenido a las demandas políticas. Entras en una lógica jurídica bastante estrecha porque, en general, el Derecho es un instrumento para mantener el statu quo, da pocos márgenes para movernos. Lo que no significa que sea una pérdida de tiempo porque a veces se pueden sacar cosas de allí.

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¿Cómo se conjuga este trabajo con las instituciones que son racistas?

Es pura contradicción porque a veces para resolver conflictos urgentes necesitas a las instituciones. Por ejemplo, cuando van a deportar a alguien, todo el proceso para evitarlo es institucional. Existe un punto de urgencia en el que tienes que recurrir a ellas, aunque sabes que no van hacia ningún lugar transformador. Pero al mismo tiempo parar una deportación, es un acto profundamente transformador: altera la maquinaria estatal pensada para expulsar a “gente no deseada”.

Otro ejemplo es la respuesta ante la violencia machista.  A este estado racista, patriarcal y neoliberal le pedimos que nos resuelva el problema… ¡es absurdo! Y por eso tenemos tremendas contradicciones cuando la violencia viene de nuestrxs propixs compas de colectivos. Aún no hemos desarrollado herramientas para enfrentarla. En otros lugares existen estrategias comunitarias donde las mujeres tienen centralidad al momento de resolver los casos de violencia machista.

Por otro lado, el estado otorga los permisos de residencia y hay gente que necesita urgentemente ser considerada ciudadana. En la Tancada Migrant había gente que llevaba 15 años viviendo aquí y seguía sin poder regularizar su situación administrativa.

¿Cómo se está recibiendo el libro?

¡Muy bien! Aunque en algunas presentaciones recibimos comentarios bastantes racistas que de cierta manera confirman lo que decimos en el libro con Creux (Uriel).

Fue importante tener la posibilidad de realizar un análisis sobre el racismo en los movimientos sociales de Barcelona. Queríamos discutir, criticar y cuestionar lo que pasa allí dentro. En ese sentido la crítica y la autocrítica siempre son necesarias aunque genere incomodidad. A veces, cuando se hacen críticas contundentes dentro de los movimientos de izquierda mucha gente se pone a la defensiva, se agobia, “se remueve”. Creo que esto ocurre, entre otras cosas, por el estado de confort en el que viven muchas personas de la izquierda blanca. En esta tranquilidad puede ser muy perturbador que alguien critique tu “activismo revolucionario”. Es curioso encontrar gente con discursos muy alternativos que no son capaces de hacer algo tan mínimo como empadronar a una persona en su casa… ¡Ni imaginar casarse u ofrecerle un contrato de trabajo! Ahí está el problema, te afecta un montón que te critiquen pero en tu cotidianidad no vas a ceder o compartir ningún privilegio.

Entonces, ¿no has recibido ninguna crítica?

No, crítica directa de momento no. Tal vez ello refleja la falta de espacios de debate profundo o responda a cierto desinterés… no sé. Me da la sensación que en Barcelona hay muchos espacios alternativos de fiestas o charlas pero que no hay continuidad ni profundidad en los debates sobre determinados temas.

Para mi uno de estos temas es el racismo. Gracias al trabajo de muchas personas y colectivos el tema ha adquirido más resonancia aquí. La Tancada Migrant ha sido un punto de inflexión para muchas de nosotras, sin embargo urgen ciertos debates que aún no se han dado.

*La Tancada Migrant comenzó el 21 de abril con la toma del edificio de la antigua escuela Massana, en la plaza de Gardunya. Fue un encierro contra el racismo y la Ley de Extranjería que condujo finalmente a la reciente creación de la Assemblea Antirracista de Barcelona (@assantiracista).

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