Rojava y Chiapas, de la resistencia armada a la revolución social

“Tienes que rechazar la idea de que hay que esperar a algún líder que venga para decirle a la gente qué hacer. Al contrario: aprender a ejercer el autogobierno como una práctica colectiva… es el propio pueblo quien, entre ellas mismas, se educa.” Salih Muslim
Milicianas de las YPJ (Unidades de Defensa de Mujeres) en Kobanê

Milicianas de las YPJ (Unidades de Defensa de Mujeres) en Kobanê

La hasta hace poco gran desconocida ciudad kurda de Kobanê ha conseguido atraer la atención del mundo por su implacable resistencia ante la ofensiva del Estado Islámico. Su lucha se ha convertido en un símbolo que ha atraído a brigadistas internacionales. Pero las montañas fronterizas del Kurdistán sirio tienen más historia que la de la resistencia. Detrás de las bucólicas imágenes tan explotadas de las mujeres milicianas y la defensa armada del territorio, existe un proyecto social revolucionario en la región de Rojava.

Dentro del marco de la Guerra Civil Siria, desde 2012 gran parte del enclave del Kurdistán sirio está controlado por milicias kurdas, y en noviembre de 2013, los distintos grupos civiles y revolucionarios proclamaron la Confederación de Pueblos de Kurdistán bajo el principio del confederalismo democrático. Un modelo basado en la autoorganización de la sociedad por su cuenta sin tocar la existencia de los Estados-nación ni de sus límites territoriales, de modo que se pueda convivir en paz entre pueblos y etnias diferentes.

Lejos de considerar la propuesta, tanto los países vecinos de Oriente Medio como los occidentales han demostrado poco interés por su suerte. Más bien al contrario; la política de los estados ha oscilado entre la represión y el “dejar hacer” al Estado Islámico.

Revolución democrática y feminista

El autogobierno en los cantones de Rojava se ha comparado con los zapatistas y su autonomía en el sur de México -y con la revolución española del 36-; por su esencia libertaria, la implementación de la democracia directa de base y la participación de las mujeres y de diferentes grupos étnicos en el gobierno autónomo.

Al grito de ¡Ya basta!, la mañana del 1 de enero de 1994 los zapatistas se rebelaron contra el capitalismo y el genocidio de los pueblos indígenas. Ya no tenía que ser la vanguardia la que dirigiese al pueblo, era el mismo pueblo quien construía la revolución desde abajo. Esta lógica de no aspirar a tomar el poder sino a abolirlo se volvió clave para la mayoría de movimientos anticapitalistas, desde Seattle a Génova, hasta las ocupaciones de Syntagma y Sol, incluido el movimiento Occupy.

Lo que simbólicamente se ha traducido en el ejército de mujeres de Kôbane (milicias solamente integradas por mujeres) tiene unas raíces profundas en los principios de la revolución de Rojava: El problema de la libertad de las mujeres se aborda como un problema de la sociedad, que debe desmontar el patriarcado para liberarse a sí misma. No sólo el frente es un bastión feminista; en las comunidades y en su organización, las mujeres ocupan espacios en todos los niveles de la vida social y política, y se planta cara diariamente al machismo intrínseco de las sociedades contemporáneas. La cuestión de género es abordada también, salvando las diferencias, en la geografía zapatista. Su énfasis en la igualdad y el empoderamiento, así como el desarrollo económico de la mujer a través de las cooperativas, traza sus similitudes con Rojava.

La autonomía como forma de vida

Como los Caracoles en Chiapas, los Cantones de Rojava funcionan mediante asambleas populares y consejos democráticos. Todas las etnias tienen representación en las instituciones del confederalismo democrático, que también garantiza la sanidad y la educación. Recientemente se ha inaugurado la primera universidad, la Academia de Mesopotamia, que cuenta ya con trece ‘academias’.

Una cuestión esencial en la creación de la cultura revolucionaria es la educación. Esta se emancipa del control del gobierno para pasar a manos de la gente, de la voz colectiva. Se educa como parte de un proceso comunitario para tomar decisiones, alimentarse, escuchar y construir. En vez de impartirse conocimiento de forma unilateral, se comparten experiencias de vida y saberes no hegemónicos, aportando otra perspectiva del aprendizaje. La historia se descoloniza y se reescribe para contar el relato de la mujer, el de los pueblos y las lenguas oprimidas.

Rojava, al igual que Chiapas, formula una propuesta genuinamente democrática, reconstructiva y ética hacia la sociedad y el medioambiente, que busca un desarrollo sostenible y común. Ambos procesos constituyen un impulso para volver a soñar otro mundo posible, sin jerarquía, dominación, capitalismo ni destrucción ambiental. Como dicen los zapatistas, “un mundo donde quepan muchos mundos”.

__

Fuente: “Aprender escuchando. Autonomía, educación y guerrilla en Chiapas y Kurdistán”, Ed: Pensaré Cartoneras.

Leave a Reply

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *